Imágenes e investigación social
Estudio introductorio1
Fernando Aguayo y Lourdes Roca*
Las imágenes tienen largo tiempo de convivir con el ser humano. De acuerdo a las diversas formas artesanales, artísticas y técnicas de crearlas, han tenido diferentes significados y funciones según el periodo, la latitud y las diversas culturas que las han producido y han interactuado con ellas2. Sin embargo decimos que nuestro mundo es hoy, más que nunca, hipervisual; las imágenes circulan por doquier. Somos sus receptores permanentes tanto en espacios de tránsito como en espacios de permanencia; y, contradictoriamente, todo parece indicar que no hay un equilibrio entre su gran protagonismo en la sociedad y la poca atención que merece su estudio desde la investigación social.
Ante los vertiginosos cambios habidos en los últimos años en el medio audiovisual y electrónico, con la incorporación de las nuevas tecnologías, los lenguajes infográficos y la cibernética, el ámbito de la investigación ha empezado a revisar y plantear nuevas tareas que le atañen directamente. La sociedad en general cada día lee menos y está más familiarizada a la vez que afectada con estas nuevas tecnologías y formas de expresión electrónicas y ahora ya digitales, lo que ha llevado en los últimos años a la academia a replantearse cuál es su papel en este proceso de transformación social, reconociendo por lo pronto que éste debe reflejarse tanto en la propia labor de investigación, como en la de docencia y divulgación y, por tanto, en la creación de nuevas reflexiones y planteamientos teórico-metodológicos.
Además, cada día son más los estudios sobre las culturas contemporáneas que manifiestan la necesidad de integrar los documentos visuales y audiovisuales como fuentes primarias de investigación, ya que sin ellos no podemos acceder ni analizar numerosos fenómenos característicos de las sociedades de los siglos XIX y XX que no siempre encontramos en los documentos escritos. De la misma manera, debemos pensar en cómo dar a conocer los resultados de estas investigaciones más allá de la academia, ya que su difusión es todavía muy limitada y la sociedad actual demanda cada vez más y mejores opciones de acceso al conocimiento.
Por esta razón es que diversos investigadores y estudiantes requieren día con día de la formación necesaria para la creación de sus propias fuentes orales, visuales y audiovisuales a partir del trabajo de campo, como también de conocimientos que les permita analizar los documentos fotográficos y fílmicos generados a lo largo de numerosas décadas, de la misma manera en que lo hacen con el documento escrito. Entre los alumnos de licenciaturas y posgrados en antropología, sociología, historia, lingüística, comunicación, psicología y pedagogía podemos observar cómo ha aumentado considerablemente el interés en este campo, así como también en la utilización del medio audiovisual para comunicar los resultados de sus trabajos,3 aunque esto no se refleje a nivel institucional en la modificación de la currícula y/o la integración de materias que atiendan esta necesidad.
Inmersos en esta preocupación por estudiar lo social con relación a las prácticas de la academia y al papel que desempeña lo visual en ellas, nos propusimos llevar a cabo una investigación sobre los usos de la imagen, que consideró tanto a acervos como a profesionistas que trabajan en este campo. Un primer diagnóstico realizado en los principales archivos gráficos de la capital, constituidos por fototecas, filmotecas y videotecas, nos sirvió para conocer los acervos con los que cuentan, el tipo de consulta que permiten y quiénes son sus usuarios4. El objetivo era precisar qué tanto recurre el investigador social a las imágenes, con qué fines y cómo trabaja con ellas, por lo que entrevistamos tanto a quienes laboran en estos archivos5, como a investigadores sociales de diversas disciplinas que trabajan con las imágenes como fuentes de investigación6.
Aunque estos acervos tienen una preocupación social común por las imágenes, la cual se refleja en sus documentos institucionales, observamos que, en las estrategias peculiares que se trazan, los objetivos que persiguen son diversos, porque unos están más enfocados a la difusión y otros a la preservación. Esta situación nos ha permitido ver que el problema de base es la falta de una visión integral sobre lo que los archivos visuales y audiovisuales deben contemplar dentro de sus actividades, ya que a las prioridades por conservar y restaurar, así como por difundir, habría que agregar la del análisis documental, clave para que todo lo demás funcione y comúnmente no considerada como prioritaria7.
El estudio que hicimos en estos archivos y sobre todo las entrevistas realizadas nos permitieron ver y escuchar numerosos ejemplos que corroboraron nuestra hipótesis de que la imagen es generalmente utilizada desde la investigación para fines exclusivos de ilustrar textos o cátedras, y no como un documento por analizar e interpretar8. Pero lo que más nos llamó la atención es que en muchos casos ésta no sea una situación de preocupación por parte de los propios acervos y con ello se reproduzca cada vez más esta generalizada tendencia a utilizar la imagen como mero adorno o complemento y con ello a descontextualizarla constantemente, en detrimento de la propia investigación social9.
De esta manera es como a partir del estudio realizado en estos archivos podemos plantear algunos puntos por analizar sobre su situación, así como propuestas concretas de trabajo a realizar para subsanar estos problemas de base y plantear posibles vías a seguir. Uno de los primeros productos de nuestra investigación sobre este incipiente campo de trabajo fue la edición de un documental sobre Los usos de lo visual y lo audiovisual en la investigación social10, como primera fase de un proyecto de mayor alcance que implica realizar una revisión crítica de las principales propuestas teóricas y metodológicas del trabajo con la imagen, incorporando su carácter social y su historicidad como parte fundamental de la investigación.
La situación de los archivos
Una realidad común a la mayoría de estos archivos es el muy escaso personal desempeñando múltiples labores11 y los también escasos recursos con los que trabajan12. A excepción de la Fototeca Nacional del INAH y de la Filmoteca de la UNAM, - que en comparación con el resto se encuentran en este aspecto en una situación privilegiada y que están a la cabeza en experiencia en conservación y restauración fotográfica y fílmica respectivamente -, podríamos poner a todos los demás archivos en otro nivel, ya que presentan grandes necesidades que se manifiestan en la cantidad de actividades y responsabilidades que tiene el escaso personal que los atiende, y que en promedio oscila entre uno y cinco empleados a lo sumo, usualmente con un solo responsable y uno o dos colaboradores realizando su servicio social.
Por ejemplo, una de las más sufridas fototecas, la del AGN, nunca ha sido prioridad dentro de los presupuestos de la institución; incluso en la actualidad lleva a cabo un programa de conservación que apenas inició hace poco más de dos años, con financiamiento de un organismo de cooperación iberoamericana. Y si tomamos en cuenta que se trata del archivo fotográfico más grande del país, con casi ocho millones de piezas, podemos hacernos una idea de lo tardado y complicado que será instrumentalizarlo debidamente, con las tres personas que tiene realizando todo el trabajo; es decir, ordenando y clasificando los materiales, estabilizándolos uno por uno, fichándolos, digitalizándolos, y además, atendiendo a los usuarios e incluso armando esporádicamente exposiciones para el archivo13.
Ahora bien, en cuanto a los recursos, como plantean varios entrevistados, entre ellos Fernando Osorio, éste constituye un reflejo más del problema social en el que está inmersa la investigación y que son las políticas de administración presupuestal, que comúnmente destinan los recursos hacia muchos otros rubros en detrimento de la educación, la cultura, y sobre todo de la preservación del patrimonio y del desarrollo de la investigación de carácter social. Incluso hay casos en que el problema no es de falta de recursos sino de voluntad política y de administración al interior de estas instituciones, porque son varios los ejemplos en los que estos acervos reciben la mínima atención por parte de las instituciones de las que dependen14.
Y acerca del personal, debido a que en general es un trabajo mal pagado, son pocos los profesionistas de carrera que trabajan en este tipo de archivos; la mayoría de los trabajadores se han formado en la práctica profesional y padecen de falta de reconocimiento así como grandes dificultades para mantenerse actualizados en su campo de trabajo, debido a la carencia de opciones para su propia formación y para que ellos mismos capaciten a nuevas generaciones15; de esta manera se diluyen en el anonimato importantes experiencias que han consolidado numerosos casos de formación en la práctica.
A riesgo de sonar desconectados de la “realidad establecida”, es necesario insistir en que son pocos los esfuerzos institucionales para atacar esta contradicción entre formación y práctica profesional. Pues puede que sobre asuntos de conservación y restauración México sea un lugar privilegiado, al contar con una Escuela Nacional de Restauración, pero de poco sirve si sus egresados no son captados por este tipo de archivos, sino que el mayor porcentaje incursionan en el ámbito privado de la conservación de obra plástica y bienes inmuebles. Lo mismo sucede con cantidad de historiadores que egresan de las diversas escuelas que existen, muchos de los cuales se dedican a actividades lejanas a su formación, mientras que los archivos no pueden documentar sus acervos porque no tienen profesionistas capacitados. Y lo mismo con el área bibliotecológica, donde tenemos por un lado personas que cuentan con una formación para catalogar diversos objetos, - independientemente del formato en el que está la información, entre ellos las imágenes -, y por otro lado acervos que quieren reinventar reglas catalográficas al margen de lo ya desarrollado. Se indica todo lo anterior, con el supuesto de que para desarrollar mejor sus funciones, se deberían de crear programas interinstitucionales para que en las distintas áreas del conocimiento se dé una formación específica que haga frente a una necesidad social: el rescate, la conservación, preservación, investigación y difusión de nuestro patrimonio fotográfico.
Las importantes limitaciones para la recuperación y conservación permanentes de las imágenes fijas y en movimiento han derivado, como apunta la mayoría de los entrevistados, en una carrera contra el tiempo, ya que, con todo y lo recuperado y salvaguardado, la pérdida del patrimonio visual y audiovisual es palpable16, y de ahí la desconfianza que a menudo se observa en coleccionistas particulares a la hora de pensar en donar o vender esas colecciones que todavía están lejos de conocerse públicamente. Y la pérdida se da tanto por abandono, como por hurto, y también por destrucción de las colecciones17. Cualquier usuario que haya trabajado detenidamente en estos acervos puede mencionar casos de deterioro del material, ya sea químico o biológico, por una incorrecta manipulación o por una falta de condiciones ambientales adecuadas en el resguardo.
En esta carrera contra el tiempo que iniciaron estos archivos hace ya algunos años se ha recuperado bastante, pero falta mucho por hacer y definitivamente las condiciones no son todavía las óptimas. Desde luego esta situación debe ser de urgente atención, pero no sólo por parte de los archivos, sino también desde la investigación social, que es afectada por las enormes lagunas que tienen los acervos por la misma falta de análisis documental, además de las recientes políticas de reproducción y derechos de uso que se han venido implantando cada vez en más archivos debido al privilegio de intereses comerciales, y que conllevan costos estratosféricos18. Todo lo cual constituyen en suma un aciago panorama para el trabajo con las imágenes como fuente de investigación social.19
Uno de los problemas apuntados que consideramos como el más grave, el de las generalizadas carencias en el análisis documental de estos fondos, constituye una actividad que todos los archivos reconocen que los rebasa. El análisis documental implica un trabajo de investigación permanente y de retroalimentación constante con cada nueva investigación, y lo que es evidente para todos ellos es que el tiempo que este trabajo demanda no puede ser compartido con el servicio a los usuarios, la ordenación física y la conservación de los materiales, y ahora además la digitalización y creación de bases de datos, tarea a la que recientemente se ha dado prioridad, con todavía mayor detrimento del propio análisis documental. Desde luego que todos estos procesos deben estar relacionados entre sí, pero en cada uno debe haber personal especializado y dejar de pretender que todos ellos pueden ser debidamente atendidos con el trabajo de dos únicas personas.
Por otro lado, este trabajo debe ser apoyado con la creación de herramientas de trabajo que faciliten la catalogación y conservación de materiales. Actualmente se cuenta con varios de ellos: directorios de fototecas públicas y privadas; catálogos de fotógrafos y editores; manuales de diagnóstico y conservación de materiales, entre otros productos;20 sin embargo, éstos, al igual que los eventos de discusión, deberían ser trabajos más colectivos y sometidos a la crítica desde diversos ángulos.
Son por ejemplo comunes los problemas para identificar incluso a los autores de las propias colecciones. A menudo ni siquiera podemos saber quién tomó el registro y mucho menos por qué o para qué lo tomó. De ahí la importancia del minucioso y dedicado trabajo de investigación que está pendiente en la mayoría de fondos sobre el cuándo, el dónde, el quiénes y el por qué de cada registro, y para ello es fundamental no descontextualizar la colección desde su propia recuperación; lo que no se contradice con la crítica a la forma en que se han organizado “fondos” donde lo único que existe en común entre un grupo de piezas es la persona que los coleccionó, muchas veces separándolas de series con principios archivísticos claros.
Un simple inventario de un fondo está lejos de ser un trabajo de análisis documental que permita reconocer qué tenemos en cada registro, sea éste fotográfico o fílmico. Es por ello que muchas veces todavía las mismas instituciones poseedoras de estos archivos alimentan el recurrente uso de las imágenes como elemento ilustrativo: no conocemos casi nada sobre ellas, y por tanto las usamos una y otra vez de manera totalmente descontextualizada, reproduciendo el esquema a manera de círculo vicioso.
Sin embargo, hay todavía un problema más que alimenta esta prolongada consecución de errores en su reconocimiento y valoración, y es la falta de crítica permanente debido a un analfabetismo visual imperante. Suena contradictorio que una sociedad como la nuestra, inmersa en un mundo repleto de imágenes, sea analfabeta visual, pero éste es claramente uno de los factores que ha venido generando esta problemática no resuelta: vemos muchas imágenes cotidianamente, pero carecemos generalmente de una actitud crítica y analítica ante ellas, que nos permita reconocer las numerosas manipulaciones que día a día se hacen en su nombre. 21 Y ésta es desde luego tarea a revisar ampliamente desde el ámbito docente, pero tanto los archivos como la investigación jugarán también un papel determinante para que esta situación cambie.22
Acorde con los problemas planteados hasta aquí, es evidente que para hacer frente a la situación se hace necesario proponer soluciones a distintos niveles y con diferentes grados de complejidad, y abordar los fenómenos que estamos tratando como un problema social y no como dificultades de tal o cual archivo. Adoptar este punto de vista implica convocar a las instituciones a reflexionar colectivamente y a proponer programas amplios para revertir el actual estado de las cosas, a la vez que promover investigaciones más exhaustivas sobre los archivos que devengan en una filosofía de las imágenes.23 Sin embargo, consideramos necesario atender algunos aspectos de manera prioritaria.
Autor
no conocido, octubre de 1950, ciudad de México. Colección
particular de Héctor Lara.
Autor
no conocido, 15 de septiembre de 1946, colonia Obrera, ciudad de
México. Colección particular de la familia Silva
Jiménez.
En primer lugar, se trataría de reflexionar sobre las políticas institucionales de catalogación. Existe una serie de documentos que registran las propuestas y experiencias en este rubro, materiales todos ellos valiosos para realizar este trabajo de catalogación de manera rigurosa. Elaborar estas políticas llevó a las instituciones años de esfuerzo y trabajo; la tarea ahora es discutir colectivamente las prácticas de catalogación a la luz de las experiencias en la materia y, sobre todo, con el incentivo de las nuevas herramientas informáticas. Existen normas y propuestas a nivel internacional que deben ser discutidas en este marco. La catalogación de imágenes a la vez de enriquecer las tareas de difusión debería ser el eje sobre el que se refuercen esfuerzos para la preservación (restauración y conservación) de las colecciones.
Y en segundo lugar, son necesarios tanto el reconocimiento y revalorización de la importante labor que desarrolla el personal de estos archivos, como el necesario incremento en su profesionalización, porque es evidente la urgencia de que se incorpore por ejemplo personal de investigación capacitado para reconocer periodos, espacios y personajes registrados, si queremos que el análisis documental responda a las necesidades de la investigación y por tanto del conocimiento; como será también en la medida en que fomentemos y apliquemos una necesaria retroalimentación entre ambas, que podremos contar con una documentación actualizada de acuerdo a cada nuevo aporte que una investigación logre sobre una imagen.
Finalmente, en el caso de los archivos fotográficos y en coherencia con estas dos acciones prioritarias, a la vez que para revertir en un aspecto más las políticas centralizadoras que tanto daño nos han hecho, una vía planteada es la de dejar de apostar todo a la creación y preservación de grandes acervos, que generalmente descontextualizan a las propias colecciones al extraerlas de su lugar de origen y de las posibilidades de conocer más sobre ellas, y destinar los esfuerzos hacia la recuperación, conservación y consiguiente análisis documental e investigación de los diversos fondos, ya sean privados, institucionales, comunitarios o de otro tipo, desde su propio lugar de procedencia, creando pequeños acervos locales a los que se destinen presupuestos y personal capacitado que permitan desarrollar de manera interna permanentes programas de investigación, que nos lleven a la incorporación e integración de fuentes conectadas con las colecciones, y al enriquecimiento en su documentación e investigación, así como en su difusión.24 Veamos a continuación con mayor detenimiento este punto, y las propuestas que al respecto venimos haciendo en el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social, proyecto Instituto Mora/CONACYT en curso.
El principal reto de investigadores y archivistas:
el análisis documental de las imágenes
Recapitulando, si reconocemos la importancia de la fotografía como documento histórico y como potencial fuente de investigación y llamamos la atención sobre el apremio de incorporarla como tal en los estudios sobre los siglos XIX, XX, y ya también el XXI, encontramos de inmediato dos problemas que hacen de este propósito un gran reto: por un lado, dónde localizar estas imágenes y cómo acceder a ellas; y por el otro, cómo decodificarlas y analizarlas para construir nuevo conocimiento con ellas.
Partimos de amplias posibilidades de trabajo con estos registros; es decir, no hablamos sólo de la alternativa de hacer investigación histórica sobre estas imágenes, sino de la otra, mucho menos explorada, de hacer investigación social sobre cualquier temática de este largo periodo a través de imágenes tanto fijas como en movimiento, porque es evidente que si ésta es la era de las imágenes mediáticas, estamos todavía en los primeros pasos de un aprendizaje social generalizado que nos permita analizarlas e interpretarlas críticamente.
En el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social nos preocupa no sólo la gran complejidad de los procesos que estudiamos, sino también la enorme responsabilidad que implica hacerlo, porque asumimos ante todo que debemos tener un papel activo en la sociedad, en los últimos tiempos a menudo olvidado. Por eso partimos de un necesario reconocimiento hacia todas aquellas investigaciones que han significado aportes fundamentales no sólo para el ámbito académico sino para la sociedad misma; como también una crítica muy necesaria y urgente hacia las prácticas de investigación generalizadas e instituidas25, más preocupadas por una producción al por mayor, que por la calidad de los trabajos, y por desarrollar carreras profesionales individuales cultivando una competencia desmedida entre colegas, en lugar de construir colectivamente investigaciones que permitan transformar los numerosos problemas sociales a partir de sistemas de información compartidos y una difusión mucho más amplia de resultados26.
La retroalimentación permanente entre academia y sociedad es cada vez más necesaria; y ésta no se dará si no transformamos la propia concepción de la investigación social como práctica de eruditos, y mientras no desarrollemos mecanismos de interacción mucho más activos y permanentes entre investigación, archivos y sociedad. De otra manera, el panorama presenta sobre todo las siguientes dificultades para el que se propone investigar sobre las imágenes y empezar por construirlas como fuentes de investigación a partir de su carácter social y su historicidad:
Primera dificultad: localizar las fotografías de un mismo tema y/o autor cuando su producción se encuentra fragmentada en diversos archivos, situación muy común.
Segunda dificultad: consultar las fichas que las documentan en cada uno de estos archivos y encontrar que las piezas, aunque sean reproducción de un mismo negativo o parte de una serie editada en un mismo momento, aparecen con gran disparidad de datos en uno y otro.
Tercera dificultad: lograr identificar registros de un mismo autor cuando éste no es contemplado en la ficha.
Vemos así lo preocupante que es seguir investigando acerca de procesos sociales cuyas evidencias gráficas se encuentran en archivos distintos y con referencias documentales diferentes y hasta contradictorias. ¿Cómo seguir trabajando con fotos que ni siquiera tenemos mínimamente referenciadas para su primer abordaje?
La disección del documento no puede seguirse dando al interior de sí mismo, dejando de lado el contexto en el que se desarrolló; las prácticas de análisis documental implican prácticas de investigación, porque sin ellas lo que construimos son simples inventarios, que están lejos de posibilitar estudios o abordajes rigurosos. En el caso de las fuentes primarias visuales es muy evidente la importancia de construir series; con una sola imagen, como con un solo documento escrito es muy difícil que pretendamos investigar algo. El principio de confrontación y crítica de fuentes aplica con cualquier tipo de documento, más allá de su contenido y el soporte del mismo.
Es más, debido al particular grado de semejanza que la iconicidad de este tipo de documento mantiene con su referente real, a menudo olvidamos que el documento no es fuente per se, sino que podemos construirlo como tal, en la medida de nuestra capacidad y habilidad para plantearle preguntas y establecer correlaciones y contrastes entre él y otros documentos27. Sólo así se explica que cualquier documento se pueda convertir en fuente de investigación para temáticas de lo más diversas, ya que todo radica en su abordaje y construcción, y no sólo en lo que vemos representado en él.
Sin embargo, para el caso de los archivos fotográficos, enfrentamos siempre este primer problema: la fragmentación de las colecciones. Si esta situación rara vez se presenta en los archivos documentales, en los visuales es muy común que una colección se encuentre repartida en partes en diversos archivos; y si cada investigador puede hacer el esfuerzo por reintegrarlas en su trabajo, en el caso de los archivos visuales resulta por lo pronto muy complicado lograrlo físicamente por cuestiones de propiedad y derechos patrimoniales, lo que dificulta la investigación social, porque cada vez que alguien se pregunte sobre el tema deberá recorrer el mismo camino. Pese a ello, es de primera importancia que estudiemos posibles mecanismos de reintegración si no física por lo menos referencial28, de otra manera la investigación que pretenda trabajar con este tipo de documentos y construirlos como fuentes primarias, seguirá teniendo serias dificultades para el primer y más elemental nivel de trabajo: su simple localización y consulta.
A.
Briquet, "Puente en la barranca Infiernillo", 1873,
Veracruz. Colección particular de Alfonso Chávez Romero.
Si en el caso de los archivos documentales la investigación siempre ha sido prioritaria y se le ha destinado un espacio, tiempo y recursos importantes, partiendo de la premisa de que sin investigación no habrá archivo alguno, en el caso de los archivos visuales, con escasas excepciones, las prioridades han sido definitivamente otras (coleccionar, preservar y conservar, difundir, comercializar), pero no la de documentar sus piezas y generar investigaciones sobre ellas29.
Es decir, un archivo que tiene parte de una colección, no sólo debe mantener la comunicación necesaria con tantos archivos como sea necesario a fin de conocer si poseen otra parte de la misma, sino que también debe buscar los mecanismos de reintegrarla si no físicamente por los menos en su tratamiento, y esto incluye desde su ordenación y análisis documental pormenorizado, su puesta en consulta, el sistema de difusión que pueda llegar a construir con sus contenidos, y su vinculación permanente con aquel otro archivo que también la trabaja y difunde30.
Por todo lo anterior, para nosotros es imprescindible como tarea previa la identificación de una serie de campos básicos para abordar el documento visual, antes de pensar en incorporarlo a cualquier catálogo o base para su consulta, ya que precisamente por no cubrir este requisito básico, numerosos archivos han fomentado el uso (o abuso) y permanente reproducción y referencia a sus documentos sin el menor rigor, resultando en una generalizada descontextualización de los mismos, lo que para usos de investigación resulta sumamente grave y abre una enorme tarea por delante para revertir este proceso, enmendando la gran cantidad de referencias incorrectas que podemos encontrar entre las imágenes reproducidas en numerosas publicaciones de los últimos veinte años particularmente, que es el periodo en que mayor reutilización de este tipo de documento se ha venido dando. Y para ello serán de primera importancia estudios críticos sobre estas publicaciones que lo evidencien, porque si en el caso de las referencias a los documentos escritos, la crítica de fuentes es una práctica común, no olvidemos que en el caso de los documentos visuales apenas empezamos a construirla y con muchas dificultades que provienen desde las propias limitaciones de formación.
En otras palabras, si para construir una fuente de investigación a partir de un documento escrito es necesario ir más allá de él para poder plantearle preguntas y establecer comparaciones, confrontando otros documentos así como fuentes secundarias, estamos todavía bastante lejos de ser igual de rigurosos con el documento visual, porque con más facilidad de la que reconocemos hemos incurrido en el error de pensar que por contener una imagen se explica por sí mismo o que todos hacemos la misma lectura al abordarlo. Así como se requieren toda una serie de competencias para abordar todo documento escrito, se requieren también para abordar todo documento visual31; el asunto está en desarrollarlas a través de nuestros trabajos.
Sólo a través del proceso de investigación podremos ir más allá del tradicional esquema del investigador que llega a la pieza para ver literalmente su objeto de estudio y así poder ilustrarlo, para construir realmente al documento visual como fuente a partir de su historicidad y de las nuevas preguntas que seamos capaces de hacerle, y poder así sustentar nuevos entendimientos y explicaciones de los procesos estudiados.
El Sistema de Información para Archivos Fotográficos
Los mayores logros de los acervos han estado hasta la fecha en las políticas de conservación, encabezadas por la Fototeca Nacional en el caso de los archivos fotográficos y por la Filmoteca de la UNAM en el de los archivos fílmicos. Ambas instancias constituyen hoy un referente fundamental en el ámbito latinoamericano para la implementación de estrategias de conservación y la formación de equipos de trabajo en otros acervos del mismo tipo. El gran aprendizaje logrado en los últimos años acerca de la estabilización de los materiales para evitar que se sigan deteriorando, así como de métodos que permitan diagnosticar su deterioro y aplicar medidas para restaurarlos, es innegable. Estas enormes ventajas sobre acervos que todavía no tienen asegurada la pervivencia de sus materiales permiten que el archivista comprometido con su trabajo se congratule de cuidar colecciones vivas que le dan un enorme gusto cada vez que alguien pregunta por ellas y ve las grandes posibilidades que representan para la investigación.
Sin embargo, con el propósito de generar una visión integral del problema, coincidimos en que toda difusión de imágenes, sea a través de publicaciones, exposiciones, producciones o proyecciones, debe asegurar tanto su buena conservación como su análisis documental, porque así como las principales funciones de estos archivos son claramente la conservación, restauración, acceso y difusión de los materiales, no podemos perder de vista que lo que hace posible e interrelaciona estas funciones es su análisis documental y catalogación, tema esencial en cualquier tipo de acervo. Por lo que si diagnosticamos como pendiente todavía una ardua tarea en propagar las posibilidades de salvaguardar y conservar estos materiales, vemos más rezagado aún el estado del análisis documental de los materiales.
Durante muchos años diversas personas e instituciones han trabajado para preservar, investigar y difundir nuestro patrimonio fotográfico y fílmico; a ellas debemos muchos de los acervos y propuestas a partir de las cuales otros deberemos aportar lo propio. El objetivo de estas líneas no es criticar tal o cual archivo, persona o publicación, como ya se ha indicado, sino exponer nuestro punto de vista acerca del estado de la investigación y la docencia relacionadas con las imágenes, su estudio y las posibilidades de saber más sobre distintas sociedades a partir de trabajar críticamente con sus vestigios gráficos, aunque también, y no obstante tantos esfuerzos, nos preocupa el estado que guardan las propias piezas y el de los acervos que las resguardan en nuestro país. Partiendo de este punto de vista es que el alcance de las propuestas deben corresponder a identificar éste como un problema social, al que se debe hacer frente con la colaboración de diversas instituciones y personas. Esfuerzos colectivos que actualmente existen para el estudio y/o preservación de las imágenes son imprescindibles en las reflexiones y tareas que nos esperan.32 En este marco, el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social ha concentrado sus esfuerzos en el desarrollo de un proyecto de investigación interdisciplinario e interinstitucional que hemos denominado Sistema de Información para Archivos Fotográficos (SIAF)33.
Para hacer frente a los problemas que hemos venido comentando deberíamos contar con la participación de restauradores especializados en los distintos formatos en los que se encuentra la imagen; personal y servicios de ingeniería y arquitectura que aporten sistemas adecuados para la preservación de las piezas; científicos sociales que descifren diversos índices que contienen las piezas e imágenes para su análisis documental; personal especializado en biblioteconomía y archivística para catalogar, profesionales que con una formación en lo social y en archivonomía atiendan la formación de fondos reales dentro de los archivos; servicios de reproducción de las imágenes que garanticen la preservación de los originales; abogados y otros investigadores sociales que atiendan el resguardo de los distintos tipos de derechos que tienen las imágenes a la vez que fomenten la difusión del patrimonio cultural nacional; y personal formado en alguna disciplina social que se oriente a la administración y buen funcionamiento de los acervos respetando las distintas áreas que esto implica. Seguramente dejamos de lado disciplinas y formaciones que se sentirán ofendidas al leer estas líneas, pero la lista no es exhaustiva; solamente queremos indicar la magnitud de los problemas y necesidades que tiene un acervo y el conjunto del patrimonio. Hemos dejado también deliberadamente al final el asunto de la informática porque creemos que muchas personas e instituciones le apuestan demasiado a estos procesos y porque, como toda apuesta, a veces se hace sin meditar demasiado en lo que aportará.34
El SIAF es un proyecto interdisciplinario porque pensamos conjuntar éstos y otros saberes y experiencias en su desarrollo, cosa que estamos logrando con la participación de algunos colegas; pretende ser interinstitucional porque por un lado es evidente que la mayoría de las investigaciones se benefician al trabajar con distintos acervos, por lo que pensamos en su integración informática; y por el otro, porque las propuestas que genere deberían compartirse con el conjunto de acervos e investigaciones; además de que para construir el sistema se necesita de muchos recursos y esfuerzos que distintas instituciones podrían aportar, cosa que todavía no logramos.
Hagamos un paréntesis proyectivo y veamos el SIAF o un sistema parecido que se ha desarrollado para hacer frente a una necesidad social de acceso a la información y de preservación y difusión del patrimonio cultural: el usuario interesado en investigar sobre cualquier tema, proceso social, periodo o lugar, podrá localizar y consultar en línea las imágenes con alta definición, accediendo al análisis documental que se hace de ellas por distintos autores y con la posibilidad de establecer cruces en sus búsquedas temáticas, cronológicas, onomásticas o toponímicas, independientemente del acervo donde se encuentre físicamente la pieza, y rebasando las limitaciones que una ficha única de catalogación impondría a la gran diversidad de archivos y documentos fotográficos conservados. En un segundo nivel, el usuario tiene acceso a la información peculiar de las piezas en cada acervo y confirma con gusto que éstas están preservadas adecuadamente. En este sistema existe también la posibilidad de reproducción cumpliendo los requisitos que el sistema indica, además de la información sobre los lugares en que la imagen ha sido publicada y exhibida. Los beneficios del sistema son más, pero baste con esto para abrir bocado.
Como se puede ver, también le apostamos a las herramientas informáticas para el desarrollo de nuestros proyectos; sin embargo, pensamos que debemos crear un sistema que responda a nuestras propuestas en lugar de que, como se ha venido haciendo, limite los objetivos a lo que ofrecen las compañías o instituciones especializadas. El trabajo de programación será entonces uno de los campos de investigación que acompañará a la creación, puesta en práctica, mantenimiento y desarrollo del sistema. Creemos también que una vez puesto a funcionar, el sistema pueda ser copiado y desarrollado por otras instituciones y acervos que así lo decidan, pues estamos pensando en impulsar los beneficios sociales de la informática por encima de las ganancias mercantiles que es el objetivo de las compañías comerciales en el ramo. Por estas razones hemos optado por un proyecto que participe en el mecanismo de difusión y creación de software conocido como software libre35. Con las opciones que ofrecen las nuevas tecnologías informáticas, el proyecto pretende aumentar los flujos de información e investigar métodos para estructurar ésta de manera a la vez más rigurosa y más flexible posible, en el marco del trabajo colectivo a través de redes horizontales que aprovechen las ventajas de sistematizar la información36.
Otro campo de trabajo es investigar los principios y prácticas de catalogación existentes, examinando su capacidad de propiciar (o inhibir) las prácticas sociales de investigación que aquí se proponen. En este campo aparece también el estudio de los lenguajes documentales, que tienen por misión hacer una descripción del contenido de las imágenes, por lo que implican un control del vocabulario y de las relaciones entre los conceptos que utilizan. En el desarrollo de este proyecto se deberá investigar las metodologías que se han empleado y plantear la construcción de un nuevo lenguaje común, si ese fuera el caso, o ubicar precisamente los que se incorporan al sistema.
El proyecto que proponemos debe contemplar un trabajo de investigación en cada acervo. Ni el lenguaje documental ni el informático ofrecen lo que debe aportar su análisis documental preciso. Para describir y sistematizar informáticamente cada pieza, se requiere del trabajo previo de investigadores que analicen y ofrezcan esta información para que pueda ser procesada.
Creemos que son las fichas de catalogación únicas e inmutables, y la desatención y menosprecio al trabajo del catalogador, los factores que han limitado casi absolutamente las posibilidades de muchos documentos fotográficos. Estamos convencidos que sólo diseñando y construyendo procesos más abiertos y flexibles, como el SIAF, lograremos establecer las bases para una verdadera investigación sobre y a partir de los documentos fotográficos, al mantener el carácter vivo de cada pieza con cada nueva investigación. De esta manera es como buscamos transformar las prácticas de investigación para que sean más abiertas e inclusivas, así como mucho más horizontales e interactivas de lo que son.
SIGLAS
AGN Archivo General de la Nación, México
CESU-UNAM Centro de Estudios sobre la Universidad, México
CNCA, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México
DGAC-UNAM, Dirección General de Actividades Cinematográficas de la UNAM, México
DGCP-CNCA, Dirección General de Culturas Populares, México
ENAH-INAH, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México
INAH Instituto Nacional de Antropología e Historia, México
INI, Instituto Nacional Indigenista, México
UNAM, Universidad Nacional Autónoma de México, México
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1 Parte de las ideas vertidas en este texto fueron presentadas en el Primer Congreso Internacional sobre Archivos Sonoros y Visuales en Latinoamérica (CONACULTA-INAH, noviembre del 2001), “Desde la investigación social: los usos de lo visual y lo audiovisual”; y en el III Encuentro Nacional de Fototecas (SINAFO-INAH, octubre del 2002), “La compleja relación entre la investigación y la catalogación”.
* Profesores-investigadores del Laboratorio Audiovisual de Investigación Social, Instituto Mora/CONACYT, ciudad de México.
2 En 1990, un coloquio organizado en Paris adoptó como tema “El siglo XIX, el siglo de la imagen”, precisamente con el objetivo de provocar un poco a quienes piensan que el siglo XX fue el siglo donde el uso de la imagen se extendió, así como también para cuestionar la idea de que la imagen fue ampliamente utilizada en tiempos antiguos hasta que llegó la imprenta y se impuso como medio de instrucción religiosa en un pueblo de analfabetas. “Entre el tema de la imagen como expresión arcaica y el de la imagen como obsesión contemporánea, hacía falta un esfuerzo para colocar específicamente el papel de la ilustración en el siglo donde la escritura y la lectura se generalizaron”. Cfr. Michaud, Usages, 1992, prefacio.
3 La eficiencia en este campo parece ser mayor cuanto más interdisciplinaria es la práctica entre los grupos de trabajo que participan en los proyectos de investigación y divulgación, por lo que se presenta como necesidad prioritaria la posibilidad de formarse en esta línea y con estas cualidades: las de un investigador social que trabajando en equipo sea capaz de producir sus propias fuentes orales, visuales y audiovisuales, de estudiar y analizar fenómenos a partir de la imagen fija y en movimiento como fuentes de investigación, y de divulgar los resultados de su trabajo de una manera audiovisual.
4 Existen otras investigaciones sobre los archivos fotográficos que podemos denominar descriptivos y cuantitativos sin ninguna intención de ser peyorativos hacia ellas. Su importancia reside en que presentan una panorámica global, sin embargo en ellos no existe un análisis acerca del estado real en el que se encuentran los archivos que contienen imágenes, pues nos plantean un bosquejo que tiene su sustento en la propia información que generan los acervos, en su autodescripción. Nuestra experiencia es que necesitamos tener una distancia ante ese discurso “oficial”, por lo que realizamos una investigación documental y gráfica, además de un trabajo de entrevistas, algunas de ellas a profundidad, con los distintos actores que hacen posible la existencia y funcionamiento de estos centros.
5 Los archivos en cuestión fueron: la Fototeca Nacional del INAH, la del Archivo General de la Nación (AGN), la del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU-UNAM), la del Centro de Estudios Históricos CONDUMEX, la del Instituto Nacional Indigenista (INI), la de la Dirección General de Culturas Populares (DGCP-CNCA), la de la Dirección General de Actividades Cinematográficas de la UNAM (DGAC-UNAM) y la de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH-INAH); la videoteca del Instituto Nacional Indigenista (INI), la de la Dirección General de Culturas Populares (DGCP-CNCA), la de la Sociedad General de Escritores de México (SOGEM) y la de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH-INAH); y la filmoteca de la Dirección General de Actividades Cinematográficas de la UNAM. En todos ellos se entrevistó a los responsables de los acervos (conservación y restauración, documentación y servicio de consulta), resultando un total de 22 testimonios sobre el quehacer, los logros, los problemas y los retos de este tipo de acervos.
6 John Mraz, Rebeca Monroy, Itzia Fernández, Fernando Osorio y Fausto Ramírez.
7 “La catalogación es, como algunos autores la han llamado, la llave de las colecciones, de los acervos, el corazón que bombea sangre a estas tres áreas de trabajo y con ejemplos bien concretos”. Itzia Fernández, entrevistada por Fernando Aguayo y Lourdes Roca, México, 18 de septiembre del 2001.
8 “Jamás pensemos que la imagen es algo transparente, un espejo ahora así que a un lado del camino y en el que se reflejan las cosas sin más ¿no? La imagen siempre es una invención, la imagen siempre es una interpretación relacionada obviamente con el mundo real pero pasada a través de muchos filtros. El filtro de las intenciones. Es decir, hay toda una serie de mediaciones entre la realidad y la interpretación que vemos en la imagen, o sea, jamás la imagen será ni neutral ni transparente, asumamos su complejidad”. Fausto Ramírez, entrevistado por Fernando Aguayo y Lourdes Roca, México, 18 de octubre del 2001.
9 Dice Ángel Martínez: “Generalmente nos piden ‘Necesitamos tres kilos de Villa, 2 de Zapata, 1 de Madero...’ entonces es a nivel de ilustrar un programa, de ilustrar una película, un documental,... Más que investigar sobre el periodo, sobre estos personajes, es, por decir, ‘yo estoy hablando de Villa y nada más quiero que ahí se vea’. Entrevista a Ángel Martínez, responsable de la base de datos del acervo de la Filmoteca de la UNAM, realizada por Lourdes Roca, México, 22 de agosto de 2001.
10 Revelando el rollo, una corealización de Fernando Aguayo, Paris García, Carlos Hernández, Felipe Morales Leal y Lourdes Roca, Instituto Mora/CONACYT, México 2002. Producido por el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social, proyecto Instituto Mora/CONACYT en curso. Este Laboratorio es un espacio dedicado a la historia gráfica, la formación de recursos humanos, la vinculación interdisciplinaria, la producción audiovisual de documental y multimedia de investigación, y la asesoría y consulta especializadas en el área de la divulgación audiovisual de la investigación social.
11 “A partir de la estabilización que estamos haciendo, ya estamos catalogando por imagen, que es un proceso lento, pero que lo estamos empezando a hacer, que es idóneo; pero nos vamos a llevar añísimos, y con tres personas pues no, creo que no vamos a terminar nunca, ¿no?”. Alma Vázquez, responsable de la fototeca del AGN, entrevistada por Fernando Aguayo y Lourdes Roca, México, 18 de julio del 2001; “Porque aquí por ejemplo, hay dos personas en la fototeca para catalogar, clasificar, restaurar, conservar, limpiar, identificar que es lo más difícil.”, Antonia Rojas, responsable del acervo documental de la Dirección General de Actividades Cinematográficas de la UNAM, entrevistada por Lourdes Roca, México, 22 de agosto del 2001.
12 “Lo que se ha conseguido en este año y medio fue de una institución fuera del país, ni siquiera fue de dentro, de aquí del Archivo General ni del gobierno, sino que fue un proyecto que se pidió de cooperación iberoamericana y que, bueno, se dio dinero para este proyecto; solamente así se está avanzando. Pero, bueno, dentro de del Archivo hay muchas más prioridades, entonces así como que nos dejan de presupuesto uno pequeñito para la fototeca”, Alma Vázquez, entrevista citada.
13 Por ejemplo, para hacernos una idea más cercana de las necesidades de personal requerido para el trabajo de análisis documental, podemos ver que si se proyectara documentar los cinco millones de negativos del fondo Hermanos Mayo en un máximo de cinco años, trabajando 250 días al año, esta labor implicaría documentar cinco mil piezas diarias, lo que resulta imposible incluso con el tiempo completo de uno, tres o cinco documentalistas.
14 “Y en cuanto a personal yo creo que la Filmoteca de la UNAM sí, sí, sí le hace falta otro, otro tanto porque necesitamos que el personal se especialice cada vez más, que tenga más conocimientos en el, en el rescate y preservación de materiales y porque bueno, dada las...la estructura de la Universidad no podemos contar con más personal para hacer esa revisión. Entonces digamos que estamos atrasados en cuanto a la catalogación de materiales, siempre nos rebasa el número de materiales por catalogar que... que los que realmente catalogamos. Entonces ahí vamos atrasados justamente porque tenemos poco equipo, porque tenemos poco personal y porque bueno, así es la estructura de la UNAM y no podemos hacer mucho”. Angel Martínez, entrevista citada.
15 “La escuela (de Restauración) tiene la capacidad de generar 50 (egresados) al año, para que por lo menos en un año se vayan dos a cada entidad federativa. Las entidades federativas pueden abrir una plaza de 12 mil pesos, cada una para estas personas; yo creo que sí pueden, yo creo que todo esto sí se puede”. Fernando Osorio, entrevistado por Lourdes Roca, México, 3 de octubre del 2001.
16 “Yo los he escuchado, yo los he oído deslizarse (los negativos de placa de vidrio) y caerse y romperse, y es angustioso, yo las he escuchado cuando se rozan una placa con otra”. Rebeca Monroy, entrevistada por Fernando Aguayo y Lourdes Roca, México, 26 de septiembre del 2001.
17 Por ejemplo, el estudio de los ferrocarriles en su primera etapa, particularmente los del Distrito Federal, presenta serias limitantes en la medida que existen pérdidas sensibles de su material gráfico, el cual fue destruido o se desmembró de los archivos que lo resguardaban en las dependencias oficiales hace ya varias décadas. Esto se sabe por testimonios de antiguos trabajadores de esas dependencias que recuerdan la destrucción y venta de este material. La historia de la destrucción del patrimonio gráfico por parte de quienes eran encargados de resguardarlo está aún por escribirse. Más recientemente, el Archivo Macadam J. L. Palomo es un caso que se debe ventilar para salud de la investigación. Una gran cantidad de piezas que constituyen este acervo está conformada por negativos de vidrio y nitrocelulosa con anotaciones de la Dirección General de Obras Públicas del Departamento del Distrito Federal. Como ya se indicó, este tipo de acervos fueron destruidos o vendidos por los burócratas encargados de preservarlos, por lo que éste puede ser el caso, como lo señala su propietario; pero la tendencia a ocultar referencias en el material y a asociar la autoría de las imágenes a un supuesto ingeniero Macadam y al propio dueño del acervo, hace más que sospechoso el asunto. ¿Se trata, como se ha insinuado constantemente, de una parte del acervo fotográfico del gobierno del Distrito Federal?
18 No hace mucho el AGN elevó sus costos de reprografía hasta en un 1600%, provocando múltiples protestas por parte de sus usuarios, quienes después de mucha presión lograron que el aumento fuese reconsiderado.
19 De los 106 acervos que aparecen en el Directorio de archivos fotográficos, tomamos una muestra de 19. El punto que nos interesa abordar aquí es la catalogación de su material fotográfico. El Directorio parte de una serie de categorías que son de uso común en los acervos: inventario, clasificación y catalogación; pero no nos plantea ningún contenido o definición de los mismos; pareciera que estos conceptos tienen el mismo significado para todos ellos, lo cual no es así. Cabe señalar que en los archivos existe una diferencia entre el número de imágenes y la cantidad de éstas que puede ser consultadas por los potenciales usuarios. Los números son aproximados de acuerdo a noticias que se tienen del ingreso de las piezas, pero ni siquiera se cubre el trabajo de realizar el registro en el inventario porque eso trastoca las actividades. En otros casos, de acuerdo a la política de las instituciones, aunque se cubra el inventario, las piezas deben pasar por su clasificación y hasta su catalogación total para ponerse a consulta.
De los 19 acervos, sólo 5 reportan que tienen catalogado el 100 % de su material, tres que lo tienen en un 75%, otros seis entre un 50 y 25 %. Existen acervos que con políticas claras han destinado todos sus esfuerzos a tener inventarios y procesos de clasificación exhaustivos antes de dedicarse a la catalogación (Museo de los ferrocarriles), mientras que otros desarrollan ambos procesos (AGN y la fototeca de la Coordinación Nacional de Monumentos Históricos del INAH). Se presentan casos de acervos en los que la catalogación se desarrolla dentro de sus funciones, pero sin una jerarquía clara con otras actividades, y otros en los que la inexistencia de manuales de procedimiento conspira contra el análisis documental de imágenes; otros más en los que con todo y políticas, existe una contradicción entre propuestas y prácticas de catalogación. Por otro lado, es común que en los archivos existen fondos que están a la consulta pública aunque sus piezas no estén inventariadas, en la medida que cuentan con una clasificación de origen (la que le dieron sus antiguos propietarios, o los fotógrafos). Gracias a esto, en las imágenes se pueden encontrar personajes, lugares, fechas y hasta temas y problemas, sin que se cumpla la importante tarea de tener un registro exacto de las piezas. Esta política de algunas instituciones acarrea pérdida del material, fomenta el uso ilustrativo y desvía recursos humanos y materiales para la documentación de los acervos.
20 Cfr. Los trabajos de Valdez, Monroy, Méndez, De Carvalho, Kossoy, y directorios como el de del Centro de la Imagen o el Picture Collections citados todos en la bibliografía. Además de directorios de fotógrafos actualmente en construcción.
21 “Vivimos en una cultura que no extiende a la imagen la seriedad analítica que la imagen tiene en nuestras vidas y no creo que sea, no creo que sea una coincidencia ¿no? Yo creo que es parte de la dominación política, económica, social en que vivimos; nos controlan a través de imágenes, no quieren que aprendamos a leer las imágenes, no quieren que aprendamos a resistir a las imágenes”. John Mraz, entrevistado por Fernando Aguayo y Lourdes Roca, México, 6 de septiembre del 2001.
22 Cada vez son más palpables las graves deficiencias de formación que ocasiona la ausencia de una educación para los medios que cruce de manera integral la currícula de cualquier nivel educativo. Mientras en otras latitudes los niños aprenden a interpretar mensajes audiovisuales y a expresarse audiovisualmente en la escuela desde los niveles básicos, en México, salvo escasísimas excepciones, seguimos acrecentando el abismo existente entre la realidad que nos rodea y lo que la escuela nos ofrece. Los resultados de esta carencia son palpables desde los niveles preescolares hasta el nivel superior, además de que se siguen formando cuadros docentes sin una noción mínima de cómo analizar e interpretar los mensajes que emiten los medios electrónicos y digitales, o lo que se ha dado en llamar una pedagogía de las imágenes, ni de cómo expresarse a través de ellos, o lo que podemos llamar pedagogía con imágenes (Cfr. Aparici y García Matilla) De esta manera se sigue presentando al interior de la escuela y en todos los niveles, un uso indiscriminado de los medios, sin un objetivo educativo claro, y mucho menos con la incorporación de las herramientas metodológicas básicas para el desarrollo de un trabajo crítico y analítico con ellos, tan necesario en la sociedad.
Las opciones de formación en este campo han sido resultado de tentativas aisladas, por lo que el interesado debe optar por una formación un tanto autodidacta, al recurrir a los escasos cursos, seminarios o diplomados que algunas instituciones han venido ofreciendo sobre todo en los últimos quince años (el CIESAS, la ENAH, la UIA, la UAM, la UNAM, el INAH, el Instituto Mora, el CNA, el CETE-SEP, el Centro de la Imagen y la Casa Lamm). Al no estar incorporada a los programas curriculares de carreras y posgrados, estas instancias han optado por ofrecer cursos, talleres y ciclos de conferencias que mitiguen esta necesidad no atendida, generalmente con amplia participación. Actualmente estamos desarrollando un trabajo de investigación en la escuela de nivel preescolar “Gabriela Mistral” ubicada en ciudad Nezahualcóyotl. En esta institución de educación pública se ha definido que uno de los principales problemas que se enfrentan para mejorar la calidad de vida de sus niños y de la comunidad en la que se desenvuelve, se relaciona con la gran aceptación de la televisión en la vida cotidiana, por lo que se realizan programas de educación audiovisual dentro de sus actividades.
23 Cfr. Fernández, en la presente obra.
24 Las potencialidades de los archivos comunitarios y privados son insospechadas. En un estudio sobre los ferrocarriles de México en el siglo XIX nos ayudaron a proponer una serie de nuevas hipótesis relacionadas al desarrollo tecnológico nacional. Actualmente estamos colaborando en la construcción de dos acervos, uno relacionado al sistema de tranvías eléctricos y el otro a la construcción de espacios de sociabilización en una colonia de la ciudad de México. Las imágenes que se presentan en estas páginas provienen de estos trabajos en los que para la recuperación de información se utilizan tanto fuentes documentales, como la metodología de historia oral.
25 Concebimos la investigación no como una práctica de eruditos que desarrollan estudios para escalar en sus carreras profesionales o lucirse entre los colegas, sino como una práctica social que podemos construir entre todos, porque la primera, ampliamente presente en la academia, ha limitado en gran medida las posibilidades de la propia investigación social y su impacto en todos los niveles y dinámicas de la sociedad.
26 El asunto no es si hay poca o mucha investigación, sino que la que haya esté debidamente sistematizada y no se fomente más la arraigada tendencia a publicar a partir de aquello que ya ha sido ampliamente estudiado para no aportar nada nuevo o siquiera referir minuciosamente las fuentes utilizadas y la crítica que les hacemos; porque cada vez son más los estudios que parten de fuentes exclusivamente secundarias, citando de aquí y de allá para responder a la apremiante demanda de producción, en detrimento de una mayor investigación original y un desarrollo de políticas de difusión mucho más amplia, como de sistemas de información que permitan efectivamente compartir la información y no sólo referirla como si cada fuente primaria fuera descubierta por primera ocasión, hasta grados casi de privatización de la misma.
27 Para profundizar en este tema, confrontar los textos de Ancona, Del Valle y Mauad, en la presente obra.
28 Un claro ejemplo de la funcionalidad de un sistema de este tipo es el Centro de Referencias del AGN, que responde a la necesidad de integrar bajo un mismo sistema diversos tipos de documentos y sus respectivas referencias cruzadas, ya que la división de fondos será inevitable mientras existan diversos tipos de soporte que exigen a su vez diferentes tipos de espacios con distintas necesidades y técnicas de preservación y conservación.
29 Somos conscientes de que la construcción de archivos a partir de documentos escritos data de mayor tiempo, por lo que comparativamente es lógico que la construcción de archivos a partir de documentos fotográficos sea todavía incipiente; sin embargo, en una sociedad como la actual, donde por un lado la generación del conocimiento cuenta con infraestructura y herramientas en absoluto comparables con las de antaño, y por otro la propia necesidad de conocimiento tiene otros ritmos mucho más vertiginosos, la atención hacia el análisis documental de los diversos registros que cotidianamente se generan y la sistematización de la información merecen una atención prioritaria por parte de las instancias y los profesionistas involucrados.
30 En el año de 1873 se inauguró el ferrocarril más espectacular de México y tal vez del mundo en su momento, el Ferrocarril Mexicano. Para documentar gráficamente sus trabajos la compañía había contratado al fotógrafo A. Briquet desde un año antes, las imágenes fueron editadas en por lo menos dos series distintas y sirvieron de base para grabados que fueron publicados en revistas y libros de la época. Una forma de medir el éxito de este trabajo es la cantidad de piezas que existen en los Estados Unidos, Inglaterra, Bélgica y de seguro en otros países de los que no tenemos la referencia exacta. En México las fotografías de Briquet sobre el Ferrocarril Mexicano realizadas entre 1872 y 1873 se encuentran en la Fototeca Nacional, la Fototeca del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y en varias colecciones particulares (Garma Franco, Juan Coronel Rivera, Ava Vargas, Alfonso Chávez Romero); se han exhibido en el Centro de la Imagen, el Museo Nacional de Arte y en el Museo Nacional de los Ferrocarriles, entre otros recintos importantes, además de que no existe un libro sobre ferrocarriles que no incorpore alguna de sus imágenes. Todo ello sin que aún se tenga una idea de las series completas editadas o por lo menos se avance en agrupar las piezas que las componen en los archivos. La falta de comunicación entre acervos, investigadores y curadores ha originado una verdadera torre de Babel. Todo mundo apunta datos sobre ellas sin hacer caso de los demás. Se han catalogado en exposiciones, publicaciones o bases de datos con diferencias hasta de 30 años en las fechas (1865 a 1895) y con kilómetros de distancia al asignarles el espacio representado (de Veracruz hasta Zacatecas). La forma más común es catalogarlas como autor no conocido o se le asigna la autoría a artistas contemporáneos (p. e. Aubert). Ver Aguayo, Estampas, 2003.
31 Cfr. Del Valle, "El análisis...", 2001, o en http://www.ucm.es/info/multidoc/prof/fvalle/principal.htm
32 Diversas iniciativas preocupadas por tener espacios más estables de reflexión sobre el tema han empezado a crear seminarios permanentes en diferentes instituciones, como la Dirección de Estudios Históricos del INAH, el departamento de historia del arte de la UIA, o el Laboratorio Audiovisual de Investigación Social del Instituto Mora, lo que está comenzando a significar importantes aportes para este campo. Además de esfuerzos permanentes de las instituciones que poseen grandes acervos y que realizan eventos en los que participan diversos archivos fotográficos, por ejemplo, los Encuentros Nacionales de Fototecas promovidos por el SINAFO-INAH y el curso de Normalización de la descripción archivística organizado por el AGN en noviembre de 2002.
33 Este trabajo implica la formación de un acervo, principalmente bibliográfico y hemerográfico, especializado en temas relacionados con la imagen, su descripción y análisis, pero también su preservación, conservación, catalogación y análisis documental. El Instituto Mora está en vías de conformar ese acervo; unos títulos se han incorporado de tiempo atrás, como parte de políticas de adquisición de la Institución. Si realizamos una búsqueda en los catálogos electrónicos del Mora, encontramos que existen 288 obras que tienen la palabra fotografía en alguno de sus campos, 129 realizando una búsqueda por tema y 41 que tienen esa palabra en el título. Sin embargo esto no es garantía de nada, muchos de los títulos en los que aparece la palabra en realidad se refieren a estudios sin imágenes en los que se utiliza el término para invocar un estudio de caso con un corte temporal preciso. En el mismo caso están casi la mitad de los que aparecen en la búsqueda general, en esos resultados vemos una amplia gama de trabajos que contienen fotografías en sus páginas: recetarios de cocina, sellos postales y heráldicos y muchos otros temas más, sobresaliendo guías para conocer lugares, desde las de corte turístico hasta aquellas con reflexiones arquitectónicas, históricas y/o antropológicas. Todo esto por supuesto que nos habla de los usos de la imagen, pero nos interesa otro tipo de acervo.
Más de 100 libros y publicaciones periódicas que posee el Instituto Mora, además de otras dos docenas que se encuentran en el propio espacio del Laboratorio Audiovisual de Investigación Social son el germen de un futuro centro de análisis documental relacionado con el estudio de las imágenes. Están ahí estudios de distintas disciplinas sociales y humanísticas con diferentes grados de intercambio con la imagen, obras de diversos países que abordan las historias locales de la fotografía, catálogos y estudios sistemáticos de la obra de fotógrafos reconocidos (Nacho López, Robert Capa, Semo, Cruces y Campa, Mariana Yampolsky, Romualdo García, Los Salmerón, C. B. Waite, Agustín Jiménez, etc.) y otros temas estrechamente relacionados a nuestro trabajo cotidiano: textos teóricos y metodológicos sobre la imagen, manuales sobre procesos técnicos de conservación y restauración, directorios de acervos fotográficos, memorias de encuentros con este tema como eje, normas catalográficas de diversos acervos, y hasta estudios sobre tipos especiales de registro, como la fotografía aérea.
34 En una nota publicada en el periódico la Jornada el 11 de enero de 2003 se comenta que, atendiendo al valor de una colección fotográfica para conocer distintos temas sobre la historia nacional, “la digitalización de este archivo hace posible su conservación y facilita el manejo de las fotografías”. Por supuesto que, como acertadamente han decidido varios acervos, la consulta digital de las imágenes por parte de los usuarios beneficia a las propias piezas originales, lo que no significa sin embargo, que se tenga resuelta la conservación, ni que se haya estudiado el impacto de este tipo de consulta en la investigación, ni el futuro del sistema digitalizado, el cual no se puede cambiar fácilmente, si ese fuera el caso, debido a los altos costos y problemas con licencias de uso. Es decir que las decisiones sobre la digitalización, el sistema y el ambiente deben ir de acuerdo con el marco de políticas institucionales más amplias.
35 Cfr. http://www.fsf.org
36 Cfr. Sistema de Información para Archivos Fotográfico (SIAF). Nuevos rumbos en la investigación., inédito.